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El Santo Padre León XIV en la Misa de apertura del 188º Capítulo General de la Orden de San Agustín: «Que la unidad sea un objetivo irrenunciable de sus esfuerzos»

Reproducimos íntegramente la homilía que el Papa León XIV dirigió a los 92 participantes del Capítulo durante la Misa en la Basílica de San Agustín.


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Mis queridos hermanos y hermanas,


Padre Alejandro Moral, Prior General, hermanos en el episcopado,monsñeor Luis y monseñor Wilder, y todos ustedes, mis hermanos agustinos, hermanos y hermanas aquí presentes. Antes de comenzar la homilía formal que ha sido preparada, deseo simplemente saludarles a todos. Y para aquellos de ustedes que entienden inglés pero no entienden italiano: ¡recen para recibir el don del Espíritu Santo! Y quizás, durante este breve momento de reflexión sobre la Palabra de Dios y sobre lo que el Señor les pide a todos ustedes, a ustedes que están por comenzar este Capítulo General Ordinario, se les conceda no necesariamente el don de comprender o hablar todas las lenguas, sino el don de escuchar, el don de ser humildes y el don de promover la unidad, dentro de la Orden y a través de la Orden, en toda la Iglesia y en el mundo.


Celebramos esta Eucaristía al inicio del Capítulo General, momento de gracia para la Orden y momento de gracia para toda la Iglesia.


En esta Santa Misa votiva del Espíritu Santo, pedimos que sea Él, por quien el amor de Cristo habita en nuestros corazones (cf. Rm 5,5), quien guíe día a día su trabajo.



Un antiguo autor, hablando de Pentecostés (cf. Hch 2,1-11), la describe como un «impulso abundante e irresistible del Espíritu» (Dídimo el Ciego, De Trinitate, 6, 8: PG 39, 533). Pedimos al Señor que así sea también para ustedes: que su Espíritu prevalezca sobre toda lógica humana, de manera “abundante e irresistible”, para que verdaderamente el Espíritu Santo se convierta en el protagonista de los días venideros.


El Espíritu Santo habla, tanto hoy como en el pasado. Lo hace en los “penetralia cordis” (los rincones del corazón) y a través de los hermanos y las circunstancias de la vida. Por eso es importante que el clima del Capítulo, en armonía con la tradición secular de la Iglesia, sea un clima de escucha: escucha de Dios, escucha de los demás.


Meditando sobre Pentecostés, nuestro Padre San Agustín, respondiendo a la provocadora pregunta de quien se preguntaba por qué hoy no se repite, como aquel día en Jerusalén, el signo extraordinario de la “glosolalia”, hace una reflexión que creo puede serles muy útil en la misión que están por emprender. Agustín dice: «En un primer momento cada fiel […] habló todas las lenguas […]. Ahora el conjunto de los creyentes habla en todas las lenguas. Por eso también ahora todas las lenguas son nuestras, porque somos miembros del cuerpo que habla» (Sermones 269, 1).


Escucha, humildad y unidad: he aquí tres sugerencias, espero que útiles, que la liturgia les ofrece para estos próximos días de Capítulo. Papa León XIV

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Queridísimos hermanos, aquí, juntos, ustedes son miembros del Cuerpo de Cristo que habla todas las lenguas. Si no todas las del mundo, ciertamente todas aquellas que Dios sabe necesarias para cumplir el bien que, en su sabia providencia, les confía.


Vivan, por tanto, estos días en un esfuerzo sincero de comunicar y comprender, y háganlo como respuesta generosa al gran y único don, de luz y de gracia, que el Padre Celestial les hace al convocarlos aquí, precisamente a ustedes, para el bien de todos.


Y pasamos a un segundo punto: hagan todo esto con humildad. San Agustín, comentando la variedad de modos en que el Espíritu Santo, a lo largo de los siglos, se ha derramado sobre el mundo, interpreta tal multiplicidad como una invitación para nosotros a hacernos pequeños ante la libertad y la inescrutabilidad del actuar de Dios (ibid., 2). Que nadie piense que tiene por sí mismo todas las respuestas. Que cada uno comparta con apertura lo que tiene. Que todos acojan con fe lo que el Señor inspira, con la conciencia de que «así como el cielo sobrepasa la tierra» (Is 55,9), así sus caminos sobrepasan nuestros caminos y sus pensamientos nuestros pensamientos. Solo así el Espíritu podrá “enseñar” y “recordar” lo que Jesús ha dicho (cf. Jn 14,26), grabándolo en sus corazones para que desde ellos se difunda el eco en la unicidad irrepetible de cada latido.


Hay aún un punto de reflexión que quisiera subrayar de lo que la Liturgia de la Palabra nos propone hoy: el valor de la unidad.



En la primera lectura, San Pablo, hablando de la comunidad de Corinto, hace una descripción que puede aplicarse fácilmente a su Capítulo. También aquí, de hecho, «a cada uno se le da una manifestación particular del Espíritu para el bien común» (1Cor 12,7), también aquí «todas estas cosas las realiza el mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno como quiere» (v. 11) y también de ustedes se puede decir que «así como […] el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo» (v. 12).

Que la unidad sea un objetivo irrenunciable de sus esfuerzos, pero no solo eso: que sea también el criterio para evaluar su actuar y trabajar juntos, porque lo que une viene de Él, pero lo que divide no puede venir de Él.

En este sentido, también aquí nos ayuda San Agustín quien, comentando el milagro de Pentecostés, observa: «Así como entonces las diversas lenguas que un hombre podía hablar eran el signo de la presencia del Espíritu Santo, así ahora el amor por la unidad […] es el signo de su presencia» (ibid., 3). Y luego continúa: «Así como los hombres espirituales gozan de la unidad, los carnales buscan siempre los contrastes» (ibid.). Se pregunta entonces: «¿Qué fuerza mayor que la piedad que el amor por la unidad?» y concluye: «Tendrán el Espíritu Santo cuando consientan que su corazón se adhiera a la unidad mediante una caridad sincera» (ibid.).


Escucha, humildad y unidad: he aquí tres sugerencias, espero que útiles, que la liturgia les ofrece para estos próximos días.


La invitación es a hacerlas propias, renovando la oración que hemos dirigido al Señor al inicio de esta Celebración: «Que el Espíritu Paráclito, que procede de ti, oh Padre, ilumine nuestras mentes y, según la promesa de tu Hijo, nos guíe a toda la verdad» (cf. Misal Romano, Santa Misa votiva del Espíritu Santo, B, Colecta).


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Imágenes del P. Genesis Labana OSA


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