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El Papa León XIV inicia su pontificado recordando que la misión que Jesús confió a Pedro gira en torno al amor y a la unidad

Ante más de ciento cincuenta delegaciones internacionales y más de doscientos mil fieles, bajo la atenta mirada de Nuestra Señora del Buen Consejo, situada junto al altar en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV inició su pontificado con una misa solemne marcada por un mensaje central: el amor y la unidad como ejes de la misión que Cristo confió a Pedro. Hasta allí se habían desplazado también religiosos agustinos y religiosas agustinas de diversos países en los que la Orden de San Agustín está presente, que escucharon con alegría la invitación a la comunión y la reconciliación que el Papa hizo en la homilía.


El domingo 25 de mayo ya habíamos tenido ocasión de escuchar y ver al recién elegido Papa, pero su homilía confirmó que la comunión, la búsqueda de la unidad, el diálogo y el amor de Dios serán seña de identidad del pontificado de León XIV.


“Nos has hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” comenzó diciendo el Papa, refiriéndose a una de las citas más emblemáticas de las “Confesiones” de San Agustín.


Amor y unidad


Desde el inicio el tono fue inequívocamente agustiniano, apelando a las heridas del corazón del hombre contemporáneo, que parece haber olvidado que lo que constituye su identidad es saberse amado por Dios. Y que vive rodeado de conflictos en una sociedad e Iglesia divididas.


Así dijo: “Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro. Nos lo narra en ese pasaje del Evangelio que nos conduce al lago de Tiberíades, el mismo donde Jesús había comenzado la misión recibida del Padre. Pescar a la humanidad para salvarla de las aguas del mal y de la muerte”.


Y, para Pedro, solo es posible acometer semejante misión porque ha experimentado en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso en la hora del fracaso y la negación: “Por eso, cuando es Jesús quien se dirige a Pedro, el Evangelio usa el verbo griego agapao - que se refiere al amor que Dios tiene por nosotros, a su entrega sin reservas ni cálculos -, diferente al verbo usado para la respuesta de Pedro, que en cambio describe el amor de amistad, que intercambiamos entre nosotros.”


Servicio y entrega


El papa León XIV explicó en su homilía que a Pedro se le confió la tarea de “amar aún más” y que el ministerio de Pedro, que ahora se le ha confiado a él, está marcado precisamente por ese amor oblativo, “porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad en Cristo”.


“No se trata nunca de atrapar con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder -añadió-, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús”. Son palabras en las que resuena la espiritualidad agustiniana en la que ha sido educado el papa León XIV y que indican también un estilo en la manera de actuar del recién elegido pontífice.


Sinodalidad


En la homilía de la Misa de inicio de pontificado habló en clave sinodal de la figura de Pedro al señalar que Pedro debe apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas: “Todos, en efecto, hemos sido constituidos piedras vivas, llamados con nuestro Bautismo a construir el edificio de Dios en la comunión fraterna, en la armonía del Espíritu, en la convivencia de las diferencias”. Y en este punto volvió a citar a san Agustín: “Todos los que viven en concordia con los hermanos y aman a sus prójimos son los que componen la Iglesia”(Sermón 359,9).



Un deseo


El Papa sintetizó el contenido de su homilía manifestando su deseo de unidad en la Verdad de Cristo. “Quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo -dijo-: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”.


Con sencillez y claridad, las palabras del pontífice respondieron a una necesidad muy evidente en los últimos tiempos, que entronca con la esencia de la espiritualidad agustiniana. “Hermanos, hermanas, ¡esta es la hora del amor! La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio”. Cómo no emocionarse al escuchar este discurso.


Finalmente, León XIV expresó su deseo de una Iglesia en salida, fundada en el amor de Dios, abierta al mundo y dispuesta a dejarse interpelar por la historia. “Una iglesia misionera que se convierta en fermento de concordia para la humanidad”, concluyó.

Los católicos, como expresó el Papa, desde nuestra pequeñez, pero también conscientes de la grandeza de la misión que tenemos por delante, estamos llamados a ser levadura de unidad, de comunión y de fraternidad, dentro de la masa, para gritarle al mundo que “es la hora del Amor” y que es, por lo tanto también, la hora de mirar a Cristo con los ojos de la tradición viva de la Iglesia. 


La Misa de inicio de pontificado del primer papa agustino de la historia fue una invitación a construir una Iglesia fundada en el amor de Dios, que sea signo de unidad; una Iglesia misionera, que abra los brazos al mundo, anuncie la Palabra y se deje cuestionar por la historia. Una Iglesia que se convierta en fermento de concordia para la humanidad.  


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