“¿Cómo estás?”. Los agustinos recuerdan pequeños momentos con el Papa León XIV que dicen mucho
- P. Génesis Labana OSA
- hace 5 días
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“¿Cómo estás?”. Es lo que muchos frailes recuerdan con más viveza cuando piensan en el Papa León XIV. Era y es una pregunta que hacía y hace con frecuencia y con auténtico interés.
Aunque su nueva responsabilidad lo coloca al frente de la Iglesia universal, quienes vivieron y trabajaron con él lo recuerdan, ante todo, como un hermano en y de comunidad. En una serie de entrevistas, varios agustinos nos comparten sus recuerdos personales de momentos sencillos con el padre Prevost, instantes que, en retrospectiva, revelan mucho sobre su carácter y liderazgo.
El P. Barnaby R. Johns OSA, prior provincial de los agustinos en California, recuerda haberse cruzado con el cardenal Prevost la Pascua de 2024. “Se acercó y me preguntó cómo estaba”, dijo. “Fue un intercambio breve, pero se sintió sincero. Tenía una manera de hacerte sentir escuchado.”
El P. Andrés Felipe Romero, OSA, sacerdote estudiante de la Provincia de Nuestra Señora de Gracia en Colombia, compartió un recuerdo similar. Recién llegado a Roma y aún aprendiendo italiano, asistió a una reunión en la parroquia de Santa Ana dentro del Vaticano. Se sentía un poco fuera de lugar y aislado, y le sorprendió que el cardenal Prevost se acercara y entablara conversación con él en español. “Ese momento se me quedó grabado”, dijo el P. Felipe. “Fue reconfortante. Me preguntó por cómo me iba y por los hermanos de Colombia. Se sintió muy familiar.”
Para el P. Amiel Álvarez, OSA, de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús en Filipinas, el encuentro fue en un lugar inesperado en una oficina de correos. Sentados uno al lado del otro renovando sus respectivos documentos. “Me preguntó por mis estudios y mencionó sus visitas a Filipinas como Prior General”, dijo el P. Amiel. “Fue todo muy natural, sin superioridad de ningún tipo. Como un hermano más.”

Escuchar con el corazón
El P. Alexander Lam, OSA, asistente general para América Latina, recordó la presencia del cardenal Prevost durante sus frecuentes visitas a la comunidad de la Curia antes de ser elegido Papa. “Venía con frecuencia al rezo de Laudes, a la Misa matutina, al almuerzo o a tomarse un café y pasar un rato junto a sus hermanos”.
El P. Joseph Farrell, OSA, Vicario General de la Orden de San Agustín, lo recuerda como “un excelente oyente”, algo fundamental para poder relacionarse con el otro. El P. Peter Donohue, OSA, presidente de la Universidad de Villanova, se hizo eco de ese sentimiento: “Es muy cercano, le gusta estar con la gente… y tiene una forma maravillosa de relacionarse. Eso será importante mientras trabaja por la unidad.”
Tal como el emblema agustino inscrito en su insignia papal—un corazón reposando sobre un libro—simboliza sabiduría y caridad, el Papa León XIV encarna ese equilibrio: escuchar con el corazón y responder con prudencia.
Una palabra que inspira: “Estar disponible”
El P. Claudio Zambrano, superior de la comunidad de Santa Mónica, compartió un momento especialmente formativo con el cardenal Prevost cuando comenzó su función como secretario del entonces Instituto Patristico Augustinianum. El consejo que recibió fue simple pero duradero: “Hay que estar disponible para llevar adelante nuestra misión de servicio académico.”
“Ese fue el consejo más significativo que recibí,” dijo el P. Claudio. “Me ayudó a asumir mis responsabilidades y a recordar que este trabajo es un servicio a la Orden y a la Iglesia.”
Tiempo después volvió a encontrarse con el cardenal fuera del Pontificio Instituto y le contó cómo había llegado a ser secretario. El futuro Papa reafirmó el valor de la disponibilidad: una disposición a servir sin condiciones, especialmente en el contexto de la misión académica y eclesial.
Hijo de san Agustín, siempre
Durante su primera visita como Papa a la Curia General, el 13 de mayo—fiesta de la Virgen de Fátima—compartió algunas palabras sentidas con sus hermanos: “He renunciado a muchas cosas por esta misión, pero nunca he dejado de ser agustino.”
Para los frailes del Colegio Santa Mónica y la Curia, esa afirmación confirmó lo que ya sabían. Tal vez ya no aparezca por sorpresa como antes, pero el deseo permanece: siempre será un agustino, un hermano de la Orden, profundamente marcado por su espiritualidad, su vida en común y su énfasis en escuchar con el corazón.
Cuando el Papa León XIV apareció por primera vez en el balcón de la basílica de San Pedro se presentó con un rotundo: “Soy hijo de san Agustín.”
En ese instante, para los agustinos, no solo se hizo historia. Se cumplió la fraternidad.

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