Homilia | 15 Septiembre 2025
P. Victor Hernandez Santos (SAH)
Queridos hermanos, una semana más, un día más, en esta eucaristía matutina, cuando celebramos la memoria de la Virgen Santísima

188º CAPÍTULO GENERAL DE LA ORDEN DE SAN AGUSTÍN
Homilía 15 de septiembre de 2025
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores
Queridos hermanos, una semana más, un día más, en esta eucaristía matutina, cuando celebramos la memoria de la Virgen Santísima bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, nos reunimos para celebrar juntos nuestra fe, para compartir nuestro compromiso como creyentes y también, siempre nuestra consagración como agustinos. Son estos unos días muy importantes para la Orden, lo han mencionado los hermanos que me han precedido en el uso de la palabra en anteriores celebraciones. Son importantes, porque no son el resultado de un encuentro más, ni tan siquiera solo una cita con la historia al cumplirse seis años que marcan nuestras leyes y se nos convoca, sino como se nos participó en la reflexión al inicio del capítulo, es un Kairós, es un tiempo de gracia, es un regalo, es una dádiva para repensar lo andado y seguir comprometidos en buscar más lo que nos une que lo que nos separa, en unidad de almas y en unidad de corazones, convencidos de que habremos adelantado más en la virtud en la medida en que nos preocupemos más de lo común que de lo propio. Hace un momento, hemos escuchado unas lecturas que nos increpan, nos hacen ver matices, como siempre hace la Palabra de Dios cuando la leemos y la rezamos con el corazón abierto y la mente despierta. Hemos escuchado un fragmento de la carta a los Hebreos donde Cristo se nos presenta como el Hijo obediente, El Hijo misericordioso que se entrega por la salvación, por la bienaventuranza de la humanidad, el Cristo, el Señor que antepone sus intereses particulares al bien universal del ser humano. Esa kénosis, ese anonadamiento, son el más sublime testimonio de lo que Dios quiere para el ser humano. Esta actitud crística, si se me permite la expresión, no se puede entender perfectamente si no atendemos al fundamental protagonismo de María Santísima, que hoy en su memoria, proclamábamos de la mano del autor sagrado Juan, atentos a esa confidencialidad entre madre e hijo, ese amor connatural entre madre e hijo, el entendimiento más noble entre ambos, porque ambos sabían donde debían llegar, conocían el fin y pusieron los medios, sabían el compromiso e incorporaron noblemente la voluntad. Esta actitud, podemos, debemos aplicarla a nuestra propia vida, precisamente porque estamos convencidos que no estimamos pérdida alguna con tal de ganar a Cristo y ganarlo para siempre. Llevamos varios días reflexionando sobre los temas medulares de nuestra vida, en nuestra Orden, en nuestras circunscripciones, también en nuestras comunidades, en definitiva, en nuestras vidas, y es que son los pliegues del alma los que se ponen de acuerdo. Ahora que nos acercamos a la recta final, habiendo tratado, revisado, estudiado, compartido, discutido los engranajes de lo que da sentido a nuestra razón de ser, nos queda comprometernos, arriesgarnos con la audacia de la valentía para poner por obra y por tanto en público, lo que hablamos, analizamos y compartimos aquí. Esto es dotar de significatividad nuestra vida, nuestras presencias y nuestro trabajo en el servicio al mundo, el mundo de hoy, con todas sus vicisitudes, sus quiebros y también sus fortalezas, siempre desde el Evangelio. 188 capítulos generales, son nuestra mejor herencia, son 188 ocasiones para visibilizar lo que Dios pidió a nuestros antepasados y hoy a nosotros, lo que el Espíritu Santo inspiró a tantos hermanos nuestros, antecesores en la fe y perseverantes en su consagración, de los cuales hemos recibido todo un legado que nos posibilita hoy estar aquí. La perseverancia fue la máxima de ellos que, aún siendo grandes las dificultades, mayor fue el afán por superarlas, desde la esperanza, que hoy, en esta hora de la historia nos aglutina y nos convoca para ser fieles y estar alegres y agradecidos por lo recibido. María Santísima es un ejemplo máximo de ello. Ella que compartió nuestra condición, nos ampara y nos protege antes las humanas debilidades que tantas veces pudieran acuciar y acechar nuestro entorno.
Finalmente hermanos, quisiera compartir con vosotros, que hoy precisamente hace 24 años, un día tal como hoy, 15 de septiembre, después de celebrar la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre, profesábamos en el Monasterio de Santa María de la Vid en Burgos (España), un grupo de novicios que a las 5 de la tarde emitíamos nuestros votos simples en la Orden al recién elegido general, P. Robert Prevost, elegido en la votación de las 12 de la mañana aquí en Roma. No creo en la casualidad, confío en la Providencia, la mismo que me ha traído hoy aquí a celebrar con vosotros esta eucaristía en el aniversario de mi profesión simple. A esta misma Providencia encomiendo todos los resultados de estas sesiones capitulares, así como nuestras vidas, nuestros trabajos pastorales y nuestras comunidades. Así se lo pido al Señor y lo hacemos juntos, en esta eucaristía que ahora seguimos celebrando. Que así sea.
P. Víctor Fernández Santos OSA