La vinculación entre Papúa Occidental y la Orden de San Agustín ha cumplido este año su 70 aniversario. El P. Tony Banks, Asistente General para la región de Australasia, y Maurizio Misitano, director de la Fundación Agustinos por el Mundo, nos cuentan la historia de Papúa Occidental y su reciente visita para conocer de primera mano el trabajo de la Orden allí
En 1953 el agustino Pieter van Diepen, de la Provincia de Holanda, surcó atajos, sendas y veredas de la segunda mayor extensión de selva tropical del planeta. Movido por el impulso de llevar el Evangelio a las pequeñas comunidades del territorio, especialmente de las tierras altas, el que otrora fuese obispo de la diócesis de Jayapura pudo ver en vida cómo el legado y obra de San Agustín terminaría asentándose en esta remota región con nuevas vocaciones para la Orden.
Para conocer la historia de los agustinos en el país, hay que destacar dos puntos capitales. En primer lugar, el fin de la presencia holandesa en Papúa Occidental. “Hay diferentes puntos de vista sobre lo que ocurrió – nos cuenta el Asistente General para Australia y Oceanía, el padre Anthony Banks-, pero los holandeses e indonesios acudieron a las Naciones Unidas transfiriendo el control del territorio a la ONU durante un año y luego a Indonesia”.
Siete años más tarde, en 1969 debía celebrarse un plebiscito sobre si Papúa Occidental debía seguir formando parte de Indonesia o convertirse en una nación independiente. 1.026 representantes fueron llevados a Yakarta para representar al millón de melanesios de Papúa Occidental. Todos votaron, “aparentemente obligados", a favor de permanecer en Indonesia. “En medio de esta situación de incertidumbre e inestabilidad, los agustinos prestaron una gran atención a las necesidades de los nativos de Papúa”, recuerda el padre Banks.
En aquel entonces, a los misioneros agustinos neerlandeses se les dio la opción de regresar a Países Bajos y conservar su ciudadanía duch o adquirir la indonesia, opción ésta última por la que muchos hermanos optaron, pues tenían claro, como recuerda el Consejero General, que “las futuras vocaciones sólo podían proceder de allí”.
Y así fue.
Una rica realidad eclesial
Desde que el último de los misioneros holandeses falleciese el pasado mes de abril dejando asociado a su nombre y al de la Orden un “inmenso legado ministerial y de servicio”, el número de agustinos sigue creciendo. A día de hoy el vicariato cuenta con 55 miembros de votos solemnes, 31 de votos simples, 8 novicios, 15 postulantes y 3 aspirantes.
En los últimos 12 años, la Orden ha abierto una escuela secundaria superior y otra escuela infantil para ofrecer posibilidades educativas a los niños de las parroquias de las tierras altas.
“Necesitamos conocer la realidad de lo que allí acontece, el trabajo que se está llevando a cabo en temas como la reforma agraria, la tensión con el ejército indonesio y la realidad de los atropellos que en materia de derechos humanos se están acometiendo. Estas son tareas que hay que atender antes y durante la Evangelización”, asegura el padre Banks.
“Hay una realidad muy diversa, lingüística, cultural - nos cuenta el director de la Fundación Agustinos por el Mundo-. La formación y el trabajo social, los programas de apoyo educativo, derechos humanos y en materia agrícola, son nuestras principales prioridades”.
Dos nuevas iglesias para Papúa Occidental
En una reciente visita a la región, tanto el Consejero General de la Orden como el director de la Fundación Agustinos por el Mundo, pudieron comprobar “el gran trabajo realizado por nuestros hermanos”. Recientemente se han puesto en pie dos nuevas iglesias, una en Ayawasi con capacidad para 2.000 personas y otra en Senopi, ambas construidas con ayuda del gobierno indonesio. La visita a Yuruf, en la frontera con Papúa Nueva Guinea, fue la primera de un miembro de la Curia general de la Orden. Las zonas en torno a Ayawasi, en el oeste, y Yuruf, en el este de Papúa Occidental, han estado en constante conflicto, azotadas por la violencia, tanto del movimiento independentista papú como de los militares indonesios.
El trabajo para salvaguardar la dignidad de todos los papuanos, ofrecerles la luz del Evangelio y unas mejores condiciones de vida, han sido, son y serán, las prioridades de la Orden en este hermoso y recóndito lugar.
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