Durante los días del 23 al 25 de noviembre tuvo lugar en Roma la 98 Asamblea de la Unión de Superiores Generales en torno al tema Fratelli tutti: llamados a ser artesanos de la paz
Durante este encuentro con otras realidades eclesiales, el Prior General de la Orden de San Agustín, el padre Alejandro Moral, participó en las reuniones en las que se abordaron los principales retos que las congregaciones religiosas tienen en materia caritativa y asistencial a día de hoy y, sobre todo, como agentes activos en la construcción de la paz.
Reseñable fue la presentación, durante la primera jornada de la asamblea, de las competencias y funcionamiento del Dicasterio para la Promoción Humana Integral, una de las novedades dentro de la organización administrativa del Vaticano.
Otro de los momentos clave de estas jornadas fue la intervención de monseñor Paul Richard Gallagher, responsable de las relaciones con los estados y organizaciones internacionales dentro de la Secretaría de Estado de la Santa Sede. A propósito de la paz, el eje central de la encíclica Fratelli tutti, que orientó las conversaciones de estos días entre superiores mayores, Gallagher fue muy claro en su discurso respecto a la postura que el magisterio pontificio mantiene ante los conflictos bélicos, que no es sino la de un “rechazo radical de la guerra”. “Para la Santa Sede -prosigue Gallagher- asegurar la paz significa promover instrumentos de diálogo y negociación, y fomentar los esfuerzos para lograr un desarme efectivo. Este es precisamente el tema que Juan Pablo II quiso abordar ante los diplomáticos destacados ante la Santa Sede, el 9 de enero de 1988, subrayando que la comunidad internacional debe lograr el desarme total, en un contexto de distensión y cooperación, porque sólo un clima de creciente confianza puede garantizar el éxito del camino hacia nuevas posibilidades de futuro”.
Diferencias entre la paz de Jesús y la paz que el mundo da
Por su parte, el Papa Francisco quiso formar parte de este encuentro eclesial mediante un discurso dirigido a los participantes de la asamblea. En él habló sobre la paz en el mundo y el rol que Iglesia y religiosos ocupan en ella y en la historia de los hombres que transitan por nuestro tiempo. “Es una llamada urgente que nos concierne a todos, especialmente a los hombres consagrados: ser artesanos de paz, de esa paz que el Señor nos ha dado y que nos hace sentirnos todos hermanos: “Mi paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy yo como la da el mundo” (Jn 14,27)”.
“La paz de Jesús es ante todo un don suyo, fruto de la caridad, nunca es un logro humano; y a partir de este don, es el conjunto armónico de las relaciones con Dios, con uno mismo, con los demás y con la creación”, apuntaba el Papa, para después proseguir: “La paz es también la experiencia de la misericordia, el perdón y la benevolencia de Dios, que nos hace capaces a la vez de ejercer la misericordia, el perdón, rechazando toda forma de violencia y opresión. Por eso, el don de la paz de Dios es inseparable de ser constructores y testigos de la paz”.
Precisamente este punto queda claramente reafirmado en la encíclica Fratelli Tutti: “Artesanos de paz dispuestos a engendrar procesos de sanación y reencuentro renovado con ingenio y audacia (n. 225)”.
Esta es la encomienda que nos da la Iglesia por medio del Papa. Esta es también la tarea en la que anda inmersa la Orden de San Agustín.
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