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La familia: columna vertebral de la Iglesia y prioridad de la pastoral agustiniana

  • hace 4 días
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Actualizado: hace 1 día


Decía Chesterton con agudeza, y como si estuviera pensando en nuestro siglo XXI, que la verdadera aventura del hombre moderno no está en cruzar océanos, sino en casarse y formar una familia. Nuestros objetivos pastorales parecen entender la "aventura" de forma similar cuando hablan de la necesidad de anunciar a Cristo, con esperanza, en todo tiempo y condición, de manera "alegre y sin prejuicios" y con particular atención a la familia, "primerísimo desafío evangelizador".


El corazón del Evangelio resplandece en la familia como santuario del amor y escuela de humanidad. La pastoral familiar, lejos de ser una convidada de piedra, es columna vertebral de una Iglesia que camina junto a sus hijos, especialmente en un tiempo en el que la vida familiar se encuentra con múltiples crisis culturales, sociales y, sobre todo, espirituales. Ante un hecho que admite poca discusión, nos la jugamos en el tipo de respuesta: o solo el lamento estéril, o un buen diagnóstico y creatividad pastoral, con nuevos métodos, nuevo ardor y, en definitiva, nueva evangelización.


En este contexto, los últimos papas lo han tenido claro y han colocado los acentos familiares en la verdad, la misericordia y el acompañamiento. Benedicto XVI, en continuidad con la enseñanza de san Juan Pablo II, nos habló de la verdad del amor humano. En su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis (2007), subrayó la íntima conexión entre la Eucaristía y la vida matrimonial, recordando que el amor conyugal encuentra en el sacrificio de Cristo su fuente y su culmen. Benedicto, como teólogo de la esperanza, ofreció a las familias una visión enraizada en la verdad revelada, sin esconder las exigencias del Evangelio, pero siempre con una mirada penetrada por la caridad. En sintonía con san Agustín, al que tanto admiraba, reconocía que el corazón humano solo halla descanso en Dios, y que todo amor auténtico se configura en esa búsqueda de unidad y entrega total. 


Hablar del papa Francisco y de familia, es hacerlo, en buena medida, de Amoris Laetitia (2016), exhortación apostólica fruto del Sínodo sobre la Familia, en la que encontramos un enfoque profundamente pastoral, que no renuncia a la verdad doctrinal, pero que coloca en el centro la realidad concreta de las familias, con sus heridas, sus búsquedas y sus esperanzas. Francisco llama a la Iglesia a ser “hospital de campaña” donde se acoge, se sana y se fortalece a los esposos y a sus hijos. 


La familia: esencial para construir sociedades pacíficas


León XIV, en estos primeros pasos de su pontificado, ya ha hablado de la familia, que se funda en la unión estable entre un hombre y una mujer. Invertir en familia es esencial para construir esas sociedades pacíficas, a las que tanto se ha referido en este breve tiempo el papa agustino.


Uno de los grandes eventos eclesiales en el que ha participado el Papa León XIV durante su primer mes de pontificado, ha sido el Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores, en Roma, del 28 de mayo al 3 de junio.


Con el lema “Peregrinos de la esperanza”, familias de parroquias y fraternidades agustinas de distintos lugares del mundo, en los que la Orden de San Agustín está presente, se han reunido en la ciudad eterna para vivir juntos la fe y dar testimonio de la belleza de la familias.


El sábado 31 de mayo, rezaron juntos el rosario y el domingo 1 de junio, participaron en la Eucaristía, presidida por el papa León XIV, en la Plaza de San Pedro, junto a unas 70.000 personas.


Allí el Papa destacó la importancia de la familia como fermento de la sociedad y semillas de unidad; con palabras especialmente cariñosas hacia los abuelos, que son, en muchas historias personales, los primeros transmisores de la fe. 


Finalizado el Jubileo, las familias vuelven a sus batallas cotidianas, que en los últimos años han evidenciado una necesidad muy grande de formación y acompañamiento. En este contexto, fruto del soplo del Espíritu Santo, una diversidad amplísima de respuestas pastorales están consolidándose, con acentos distintos en el seno de diócesis, movimientos, órdenes y congregaciones religiosas.


Suena grandilocuente, pero es una verdad fácilmente comprobable: no hay futuro sin familia. Por eso, la Orden de San Agustín quiere apostar sin reservas por la pastoral familiar; un modo concreto de encarnarse en la historia; en la historia concreta, con nombres y apellidos, de cada hogar. En ella, muchas veces, se forja la fe, se cultiva la esperanza y se aprende la caridad. Entre los muros del hogar se gesta el futuro de la humanidad, como afirmaba el Concilio Vaticano II.


Hoy, más que nunca, la Iglesia está llamada a acompañar con ternura y firmeza, con claridad y compasión, a las familias que peregrinan entre luces y sombras. Son familias peregrinas de la esperanza, que saben bien de los cansancios cotidianos y que, por eso mismo, necesitan que su corazón lata inquieto hasta que descanse en Dios.


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