top of page

El presidente del Capítulo General de la Orden recuerda a los hermanos capitulares que "la belleza de nuestra historia sigue desarrollándose"

  • 5 sept
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 9 sept

El miércoles 3 de septiembre el presidente del Capítulo General Ordinario de la Orden de San Agustín, el asistente general Joseph L. Farrell, dirigió unas palabras a los frailes capitulares para estos días de discernimiento, donde nuestros hermanos han de elegir al que será el nuevo Prior General, su consejo y la hoja de ruta a seguir por la Orden para el próximo sexenio.  Reproducimos a continuación algunos de los fragmentos de su discurso. 


ree


Hace seis años, tuve el honor de dirigirme a los participantes en la apertura del Capítulo General Ordinario de 2019. En ese momento, introduje el tema de la narración como guía para mis reflexiones. Sabemos que las historias forman parte de nuestra tradición humana. La belleza de nuestra historia como agustinos es que continúa desarrollándose. No hay un capítulo final. No hay un epílogo que leer al final para luego cerrar el libro. Podemos continuar con nuestra historia, siempre añadiendo nuevos capítulos. Al reunirnos estos días en Roma, una vez más celebramos y participamos en el 188º Capítulo General de la Orden.


Desde la última vez que nos reunimos, hemos dado la bienvenida a muchos nuevos miembros en nuestras comunidades; también hemos perdido hermanos que han cruzado el umbral de la vida y están recibiendo su recompensa eterna. Hemos establecido nuevas comunidades y misiones, y hemos tenido que cerrar y concluir otros ministerios donde hemos servido durante muchos años. Hemos sido desafiados por los horrores de la guerra, el hambre, la violencia y los desastres naturales en muchas partes del mundo, respondiendo generosamente de diversas maneras a las necesidades de quienes se han visto afectados por esas calamidades. El rápido desarrollo de la tecnología, y especialmente de la inteligencia artificial, nos ha presentado nuevas y emocionantes posibilidades, al tiempo que reconocemos la necesidad de seguir un camino de prudencia ante los peligros que dicho desarrollo acelerado puede tener sobre la dignidad y el valor de la persona humana y de las comunidades que formamos.


La Iglesia universal nos ha estado invitando a discernir, reflexionar y participar en un proceso de sinodalidad, y algunas de nuestras propuestas reflejarán los frutos del discernimiento que hemos realizado en nuestras distintas regiones del mundo. Además, el pasado mes de mayo, todos escuchamos con alegría el “Habemus Papam” y celebramos el anuncio de que nuestro hermano Robert Prevost fue elegido como el próximo Obispo de Roma y Pontífice de la Iglesia Católica. El Papa León XIV, en su homilía durante la Misa de apertura al Espíritu Santo en la hermosa Basílica de San Agustín anoche, nos recordó los elementos esenciales de la escucha, la unidad y la humildad en nuestra vida cristiana y en nuestro camino como agustinos.


Estamos celebrando nuestro Capítulo General de 2025 durante un Año Jubilar. Como sabemos, es el Año Jubilar de la Esperanza. San Pablo nos recuerda con palabras alentadoras: “La esperanza no defrauda.” (Romanos 5:5) El Papa Francisco abrió el Año Jubilar y la Puerta Santa en diciembre de 2024, y ahora estamos bendecidos de poder celebrar nuestro Capítulo como frailes, guiados por la Esperanza en nuestra peregrinación.


ree


Ciertamente sabemos, por San Agustín, el doctor de la interioridad, que mirar hacia dentro es el camino para descubrir nuestro objetivo último. En el Sermón 311 predicó: “Vuelve a tu corazón y desde allí a Dios. Estás regresando a Dios, como ves, desde el lugar más cercano posible, si has regresado a tu corazón” (Sermón 311, 13). Así vemos que, al ir hacia las periferias en nuestra misión, nunca debemos olvidar la importancia de volver al interior para buscar refugio en aquel que nos llama al servicio. Rezamos en el Salmo 91:2 que el SEÑOR es nuestro refugio y fortaleza. Por lo tanto, debemos siempre y en todo momento refugiarnos en el Señor.


Esto será compartido por todos. ¿No es eso exactamente lo que significa ser agustino? Estar en relación nos impulsa a trascendernos y a compartir. Cada interacción personal exige compartir en distintos niveles: físico, psicológico, emocional y espiritual. Cuando estos se ofrecen para el bien común, en relación con el hermano o la hermana, se está cumpliendo verdaderamente el llamado a ser humano.


Nuestra incorporación como Cuerpo de Cristo es la razón por la cual Agustín insiste en el ministerio para la salvación del otro, en su insistencia en el bien común. Cuando reconozco el amor de Dios que ha sido derramado en mi corazón (Romanos 5:5), solo entonces mi relación con Dios se vuelve real. Desde esa relación amorosa, puedo entonces salir hacia la periferia y acercarme a mi hermano y hermana.



Buscar el bien común al actuar por la salvación del otro, descrito por el mandato evangélico “amar al prójimo”, es el amor que nos obliga a compartir nuestra misión en nuestra peregrinación hacia Dios. Es el amor que, cuando se realiza, permite también amar a Dios. Es en la caridad donde Dios tiene rostro, manos, pies y ojos. Agustín nos dice: “¿Qué rostro tiene el amor? ¿Qué forma tiene? ¿Qué estatura? ¿Qué pies? ¿Qué manos tiene? Nadie puede decirlo. Y sin embargo, tiene pies, porque estos llevan a los hombres a la iglesia; tiene manos, porque estas se extienden hacia los pobres; tiene ojos, porque con ellos consideramos al necesitado: Bienaventurado aquel, se dice, que considera al necesitado y al pobre.” (ep. Io. tr. 7.10)


Agustín predicó sobre la necesidad de reconocer el deber de responder a la vocación del amor. El mensaje que dio a sus oyentes fue que existe una obligación que todos tienen de reconocer que la salvación es un acontecimiento comunitario que se disfruta en el intercambio común del amor. Al describir la comprensión agustiniana del amor al prójimo, dilectio proximi, Hannah Arendt escribe: “Todo ser amado es solo una ocasión para amar a Dios.”

Comentarios


bottom of page