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Homily | 11 September - Ahora es el tiempo del amor”

P.Gabriele Pedicino

El comentario más bello al Evangelio que acaba de ser proclamado es justamente el paso de la Carta de San Pablo a los Colosenses

Gabriele PEDICINO

Queridos hermanos:

El comentario más bello al Evangelio que acaba de ser proclamado es justamente el paso de la Carta de San Pablo a los Colosenses que nos propone la liturgia de la Palabra de hoy como primera lectura.

Solamente quien se descubre en esta vocación de ser elegido, santo y amado por Dios puede revestirse de los sentimientos de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre y hacer suyo el mandamiento del amor que nos pide Jesús. Un amor que soporta, que perdona, que no se lamenta, sino que, al contrario, canta con gratitud desde el corazón hacia Dios con himnos y cánticos inspirados.

Un amor –al que nos llama el Señor– que ama a los enemigos y que beneficia a quien no puede dar nada en cambio. Un amor que no juzga y que no condena.

Nuestro padre Agustín recuerda a menudo que somos peregrinos, y hoy deseo recordarlo también yo: somo peregrinos hacia una meta. Esto quiere decir que ésta no es nuestra ciudad, ésta no es nuestra casa, sino que nos espera otra Ciudad, otra Casa. ¡Ésa es la meta! Por tanto, recordemos que pasa la escena de este mundo y cuando concluya nuestra existencia aquí no se nos pedirá a qué circunscripción pertenecíamos, qué encargos hemos tenido, cuántos libros hemos escrito, cuántas casas hemos abierto, o cerrado, sino que se nos pedirá la medida con la que hemos amado. El corazón de un consagrado –el corazón de un consagrado agustino– debe vivir y morir por esto: amar sin medida (Agustín s. 90/A, 9), anunciar el evangelio en toda ocasión, oportuna o inoportuna, ser sal y luz para el mundo, oler a cielo.

Estamos aquí en estos días interrogándonos sobre el futuro de nuestra Orden, nos preguntamos qué proyecto debemos perseguir. Y es éste justamente nuestro futuro: oler a cielo, brillar de luz, vivir los votos como hijos elegidos. Lo afirmó el papa León XIV al inicio de su ministerio diciendo que este es el tiempo del amor. Sí, ahora es el tiempo del amor, abracemos esta hora, retomemos el camino hacia la meta, atraigamos a todos los que podamos al Señor y repitamos las palabras de san Agustín: «Quien quiere vivir, tiene dónde vivir, tiene de qué vivir. […] No sienta repugnancia del vínculo de los miembros, no sea un miembro podrido que merezca ser amputado, no sea deforme que deba ruborizarse de ello; sea bello, sea proporcionado, sea sano, adhiérase al cuerpo; de Dios viva para Dios.» (Comentario al Evangelio de San Juan 26, 13).

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