top of page

Augustin Schubert: el agustino que acabó en Dachau, uno de los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial

El nombre del agustino Agustin Schubert (1902-1942) está adquiriendo creciente reconocimiento en los últimos años, gracias no sólo a su proceso de beatificación —es siervo de Dios—, sino también debido al interés que su biografía suscita para todo el pueblo checo. Una de las fuentes principales para conocer quién fue este sacerdote agustino es la tesis doctoral que el historiador František Futera defendió en 2008 en la Universidad Carolina de Praga. Se trata quizá de la biografía más completa sobre Schubert, fruto de la consulta a docenas de archivos oficiales y del testimonio de numerosas personas. En la parroquia de Santo Tomás, dentro del barrio praguense de Malá Strana, se encuentra un placa que rinde tributo a este religioso. Malá Strana es un lugar emblemático; ahí se halla el Museo Kafka, el muro de John Lennon y el Santo Niño de Praga, y, asimismo, da nombre a una de las colecciones de relatos de Jan Neruda, cuyo apellido empleó como heterónimo el poeta chileno más famoso. Por otro lado, Schubert es uno de los protagonistas modernos de una prolongada presencia histórica agustina en Chequia, la cual, tras las décadas de gobiernos comunistas checoslovacos, ha podido retomarse en el siglo XXI.



Schubert nació en el barrio de Žižkov (Praga) en mayo de 1902, y se llamaba František de nombre de pila. Su madre era checa, y su padre un ferroviario de origen alemán. Con seis años, acudió a una escuela de habla alemana, y más tarde acudió al instituto de San Esteban, donde destacó por su aplicación a los estudios, pero también por la pasión que sentía por el deporte, en especial el fútbol. Parece ser que jugaba cerca de donde hoy se encuentran las instalaciones del Viktoria Žižkov, el tercer equipo de fútbol checo, tras el Sparta de Praga y el Slavia de Praga, clubes que se repartieron casi todos los campeonatos de liga de la Checoeslovaquia de entreguerras. Cuando iba a comenzar su último año de bachillerato, la selección de fútbol checoslovaca disputó la final de los Juegos Olímpicos, pero quedó descalificada, porque decidió retirarse del partido, disconforme con el arbitraje. Catorce años después, la selección perdió ante la Italia de Mussolini el Mundial de Fútbol de 1934. Una de las épocas doradas del fútbol checo. Precisamente durante la primera mitad de los años 20, Schubert estudia Filosofía en la Universidad Carolina de Praga, y se integra en grupos de jóvenes católicos de lengua alemana. Este tipo de grupos lo llevan a participar en actividades diversas y a conocer el coro de la parroquia de Santo Tomás, que contaba con una rica tradición de canto gregoriano.


Durante estos años, Schubert se siente cautivado por la vida universitaria, el deporte, la música —desde el gregoriano hasta la guitarra—, la liturgia y la devoción eucarística. Y forja amistades para toda la vida. En verano de 1925 concluye su paso por las aulas, logrando el doctorado, y un profesor pretende que Schubert se incorpore al claustro académico. Sin embargo, él ha optado por otro camino: ingresar en la Orden de San Agustín. Algo que lleva a cabo precisamente el día de San Agustín, el 28 de agosto de 1925, y que le supone cambiar su nombre de pila, František (Francisco), por el de Agustín. A la vez, decide comenzar los estudios para ser ordenado sacerdote. Desde entonces, siempre será distinguible por su hábito agustino, incluso cuando monta en moto. De su etapa de noviciado, el padre Kopp comentaba: “Su capacidad para resolver cuestiones problemáticas que a menudo nos abrumaban no sólo residía en su intensa dedicación al estudio, sino también en su extraordinaria habilidad de ponerse en el lugar de su interlocutor de diálogo”. Lo que no debe interpretarse como que Schubert fuese alguien grave y serio; quienes lo trataron durante esos años y hasta su detención en 1940 aseguran que era alguien muy divertido, y con un sentido del humor directo, simpático y oportuno.


“¿Os imagináis que un hombre que juega al fútbol, fuma, va al teatro, baila y tiene muchos amigos, pueda ser un santo?”


En 1929 recibió la ordenación sacerdotal, y distribuyó su tiempo entre la parroquia, la escuela donde daba clases, la comunidad agustina y asociaciones juveniles, en especial la asociación Orel (“Águila”), una entidad alternativa a los “Sokol” (“Halcones”), que eran de carácter nacionalista y anticatólico. Con los Orel organizaba festivales, certámenes deportivos, peregrinaciones. Y, sobre todo, procuraba mantener una actitud de identidad católica y de mejora física, personal y espiritual por medio de la gimnasia. Era una asociación para chicos y para chicas, y en ocasiones, el deporte iba seguido de ejercicios espirituales. En 1933, Schubert animó a los jóvenes a acometer el esfuerzo que suponía acudir a Roma a una peregrinación en la que, además de encontrarse con el papa Pío XI, podían reivindicar el poder espiritual de la Iglesia y el Reinado de Cristo ante la pretensión de Mussolini de hacer de la Ciudad Eterna un nuevo centro de poder alejado de Dios. Tras esta peregrinación, impartió varias conferencias sobre el papel de la fe en la vida cotidiana. Dijo: “¿Os imagináis que un hombre que juega al fútbol, fuma, va al teatro, baila y tiene muchos amigos, pueda ser un santo?”.


El ascenso del III Reich marcó los años finales de su vida. Los nazis ansiaban Checoslovaquia; primero, la región de mayoría germana de los Sudetes, después Bohemia, y luego todo el país. Entre septiembre de 1938 y primavera de 1939 se fue procediendo a la invasión y despiece de una república donde vivían checos y eslovacos surgida tras el derrumbe del Imperio Austrohúngaro. Un país que nació tras la I Guerra Mundial iba a marcar el comienzo de la II Guerra Mundial. Schubert entendía que el nazismo, aparte de una corriente política hostil a las libertades públicas, la nación checoslovaca y la paz mundial, era, en primer lugar, doctrina irreconciliable con las convicciones cristianas. Ante la amenaza hitleriana, Schubert publicó un artículo en que animaba a rezar a Dios para asentar la fe de la comunidad católica y para alejar el funesto peligro que se cernía. En otro momento, durante una peregrinación, dijo: “La nación que no cesa de creer no perecerá. ¡Salvaguarda el legado de nuestros padres, Señor!”. Su actividad, que no cejó en intensidad, no pasó desapercibida a las nuevas autoridades. En agosto de 1940, durante otra peregrinación mariana, escribió: “Sabemos distinguir los pensamientos humanos de los pensamientos de Dios, y depositamos nuestra confianza en Dios, según nos lo dicta nuestra fe. Todo nuestro compromiso como católicos se centra en el sacrificio y la oración … Debemos buscar el reino de Dios y su justicia … debemos trabajar por nuestro pan espiritual con la misma sinceridad con que nos vemos obligados a trabajar por el pan terrenal”. Un par de semanas más tarde, lo detuvo la Gestapo.


Las privaciones y trabajos forzados minaron su salud.

Desde entonces, Schubert fue cautivo de los nazis, aunque pudo permanecer algunos días en su convento. Los motivos inmediatos que llevaron a su detención pueden ser varios; se especula incluso que fue delatado por un sacerdote alemán. En todo caso, a su actividad pastoral se sumaba el hecho de que Schubert era de lengua alemana, lo que suponía, para los nazis, una traición racial. Siempre que pudo, escribió a sus hermanos agustinos y a su familia y amigos. En las cartas expresaba de la manera que pudo, a pesar de los controles de las autoridades, lo complicado de su situación, al tiempo que manifestaba que se abandonaba a las manos de Dios. Tras pasar por varios calabozos y fortalezas, lo internaron en el campo de concentración de Sachsenhausen (Alemania) en abril de 1941, y al cabo de cinco meses fue trasladado a Dachau, adonde llegó tras un trayecto de diez días. Las condiciones en estos campos fueron, por término general, muy duras. Compartió allí padecimiento con cientos de sacerdotes católicos: polacos, alemanes, checoslovacos. Si podían, celebraban misa a escondidas. Según narra Futera, hubo una vez, a finales de marzo de 1942, en que Schubert y otros sacerdotes guardaban hostias consagradas en una caja envuelta entre pañuelos, y los guardias realizaron un registro. Aterrado, Schubert se encontró con que la caja estaba vacía; empezó a buscar entre los pañuelos y descubrió las hostias intactas. Aquello le pareció un milagro: “¡El Señor Jesús se ha salvado a sí mismo!”, era la opinión que compartía con otro sacerdote.


Las privaciones y trabajos forzados minaron su salud: pesaba más de 100 kilos cuando lo detuvo la Gestapo, y en poco menos de dos años había perdido la mitad de su peso. El duro trabajo del campo de concentración también le provocó una hernia muy severa y una tuberculosis que le invadía tres cuartas partes de sus pulmones. Cuando la enfermería del campo de Dachau se ocupó de él ya era tarde, y decidieron darle por desahuciado; lo trasladaron al barracón de los incurables y moribundos, y allí entregó el alma. Era el 28 de julio de 1942 y František Agustin Schubert tenía cuarenta años.


Por la memoria martirial que desde siempre ha acompañado su nombre, el 19 de abril de 2023 la postulación general de la Orden dio inicio a la causa de beatificación o declaración del martirio. El proceso se encuentra en la fase final de la investigación diocesana, en la que se están recopilando las pruebas de vida y de martirio. Una vez terminada la fase diocesana, las pruebas pasarán al Dicasterio de las Causas de los Santos para su estudio.


Kommentare


bottom of page