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Foto del escritorTomás Rico

La parroquia agustiniana greco-católica de Polonia celebra su 65 aniversario volcada con Ucrania

La parroquia de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María en Katowice, Polonia, donde el padre Szymon Jankowski OSA lleva 20 años trabajando como párroco y decano, atendiendo principalmente a ucranianos de rito oriental, celebró su aniversario el pasado 2 de septiembre. La misa fue presidida por Włodzimierz Juszczak, obispo de Wrocław- Koszalin


La historia moderna de los greco-católicos en la Alta Silesia (Polonia) comienza en los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando tras varios años de dramáticos enfrentamientos en la frontera polaco-alemana, parte de este distrito fue concedido a Polonia. Es difícil dilucidar con exactitud en qué momento aparecieron los primeros greco-católicos en la Alta Silesia, pero es muy probable que el desarrollo intensivo de la actual Katowice y las ciudades adyacentes, facilitado por una red ferroviaria bastante desarrollada a principios del siglo XX y el descubrimiento de nuevos recursos fósiles, principalmente hulla y otros minerales, animase a los jóvenes de las zonas más pobres del este de Polonia (donde había más presencia de greco católicos) a acudir a este lugar próspero y lleno de potencial, formando una gran comunidad, que con el tiempo se establecería en la región.


Asimismo, durante la segunda guerra mundial y la posterior ocupación soviética, fueron muchos los ucranianos que fueron reubicados en aquella zona, muchos de ellos como mano de obra, otros tantos como parte del proceso de reasentamiento soviético en su territorio unificado. Así, con la Operación Vístula de 1947, tuvo lugar una afluencia de greco-católicos reasentados a la fuerza en Silesia, por lo que el obispo de Cracovia vio la necesidad de crear una parroquia para esta comunidad en Katowice. De este modo, en la Navidad de 1958, se inauguró la primera parroquia greco-católica en la ciudad; pese a no tener un lugar fijo, muchos párrocos cedían espacios de sus parroquias que utilizaban para sus liturgias y reuniones.


La entrada del nuevo siglo trajo consigo la llegada de muchos temporeros que se convirtieron en residentes permanentes de la Alta Silesia y asistían cada vez en mayor número a los oficios dominicales de la liturgia greco católica. Justo antes del estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, el número de feligreses aumentó a más de 80 personas en la liturgia dominical, mientras que una vez iniciada la guerra, acuden regularmente de 130 a 180 fieles.


El mayor número se registra durante las grandes fiestas: unas 500 personas acuden en Navidad y más de 800 en Pascua. Muchos de los fieles que asisten son ortodoxos, pero debido a la lengua y lugar de procedencia, se sienten más seguros en nuestra comunidad que en la iglesia ortodoxa de Sosnowiec, cercana a Katowice.




La guerra y la actualidad de la comunidad


Un momento de vital importancia para la comunidad fue, de hecho, el estallido de la guerra. El padre Szymon Piotr Jankowski OSA, quien lleva dos décadas sobre el terreno, cuenta a la Oficina de Comunicación de la Curia General la situación. “Nos situamos inmediatamente en primera línea. Hasta el día de hoy, los feligreses recaudan fondos mensualmente para ayudar en el conflicto, principalmente para financiar asistencia de tipo médico (por ejemplo, varios coches para transportar a los soldados heridos, vendas, sacos de dormir, productos de limpieza, toda la protección necesaria, etc.) Asimismo, los feligreses rezan cada eucaristía dominical por el alma y los familiares de los difuntos y por la paz en el país”.


Finalmente, cabe señalar que, desde 2017, la parroquia greco-católica de Katowice es también la sede del nuevo decanato de la Eparquía de Wrocław-Koszalin de la Iglesia greco-católica de Polonia, siendo el deán el actual párroco, el padre Szymon. “Ciertamente, la creación de dicho decanato es también una forma de reconocimiento hacia los fieles de esta parroquia que, durante casi cien años, han sido capaces de mantener y cultivar eficazmente su fe, sus tradiciones nacionales, su lengua y su liturgia, creando un grupo muy bien coordinado a pesar de los cambios de los tiempos, las personas y las condiciones externas”, asegura el padre Szymon.




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