El Padre Alejandro Moral ha querido compartir con toda la Orden de San Agustín unas palabras de aliento y esperanza en la gran fiesta del Espíritu Santo.
En esta solemnidad de Pentecostés no podemos olvidar las palabras del apóstol cuando dice que ”el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que se nos ha dado".
Jesús se va, se nos va, pero no nos deja solos. Es imposible para Él dejarnos a oscuras porque nosotros somos para Él su gran amor, junto al Padre, por quienes ha dado su vida. Él es nuestra Luz, nuestra Esperanza, nuestra Vida. Tiene que marcharse junto a quien le envió. Ha estado demasiado “tiempo” lejos del Padre y, además, quiere prepararnos a cada uno de sus hijos una morada junto a Él.
Por otro lado, es conveniente su ida al Padre porque, si no se fuere, el Paráclito no vendría a nosotros. Jesús no nos abandona sino que nos envía el Espíritu.
Esta seguridad de que no estamos solos, nos llena de esperanza y nos da Vida.
El Periodo Pascual es especial y está lleno de Vida. En él hemos sentido el inmenso Amor de Dios y nuestro corazón se ha llenado de ese gozo, paz y felicidad que sólo Él nos ha podido dar en su Hijo. Esta experiencia tan profunda del Amor Dios en las tres personas, nos lleva a clamar “Ven, Espíritu Santo, envíanos tu luz desde el cielo. Ven y no nos abandones. Llena nuestra alma de tu profundo amor. Sé la fuente de nuestro consuelo. Sin ti, nuestro ser está vacío. Ven Espíritu de la Verdad y ayúdanos. Guíanos. Confórtanos en nuestras tristezas y dolores. Espíritu de la Paz, sana los corazones enfermos e infunde en ellos el fuego de tu amor. Danos la Paz, Espíritu de Amor, tu Paz. Haz que todos nos sintamos hermanos. Haz que el fuego de tu Amor sane todas nuestras heridas y nos dé consuelo. Que tu amor borre el odio de nuestros corazones. ¡Danos siempre la Paz!".
En esta solemnidad, no olvidemos las palabras de nuestro Padre San Agustín, quien nos enseña que Dios derramó su Espíritu sobre nosotros como un anticipo del regalo que nos tiene preparado: la vida eterna junto a su amor. “El Espíritu Santo así es nuestro camino, nuestra guía y estímulo para que no nos perdamos en la ruta y lleguemos a buen puerto: a vivir eternamente de su amor”.
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