El Padre Alejandro Moral ha hecho llegar a los religiosos agustinos del mundo a través de la Secretaria General su reflexión a propósito de la Semana Santa. A continuación reproducimos íntegramente su contenido
“Cristo ‘resucitó’... y fue exaltado para que nosotros no quedáramos abandonados en el abismo, sino que fuéramos exaltados con él en la resurrección de los muertos, los que ya desde ahora hemos resucitado por la fe y por la confesión de su nombre” (S. Agustín, Serm 23/A, 3).
La celebración de la Pascua se acerca. La Cuaresma seguramente nos ha ayudado a vivir más profundamente nuestra fe. Cada año se nos da esta maravillosa oportunidad de caminar con el Evangelio en la mano para acompañar a Jesús y revivir los últimos días de su vida. El tener una nueva oportunidad es un regalo. En la vida de cada día no es así y estamos rodeados de situaciones que no nos dan oportunidades, puesto que el final está marcado por las circunstancias.
Acordémonos de quienes sufren la guerra sin oportunidad de otras salidas, de los millones de personas que se ven obligados a abandonar sus tierras (aparte de las mafias que mueven y engañan a otros seres humanos, a los más frágiles), con los riesgos y penurias que ello conlleva, etc. Tener la oportunidad de unirnos más profundamente a Jesús es un verdadero don. La posibilidad de volver a recorrer un año más el camino hacia la Pascua, pasando por las diferentes etapas que el Evangelio nos marca, nos ayuda a tomar más conciencia de nuestra vocación de seres humanos, creyentes y religiosos.
Me gustaría que viviéramos esta Semana Santa con Jesús en clave de compasión y de amor. A Jesús de Nazaret “su compasión reflejada en su amor” le llevó a la cruz. Así lo hemos visto en los pasajes evangélicos que hemos proclamado a lo largo de la Cuaresma. La compasión y el amor se pueden expresar con vocablos y símbolos distintos y todos nos ayudarán a interiorizar esa Vida que nos viene de Dios. Jesús nos dice que serán “bienaventurados” los misericordiosos, o los que sufren por ser compasivos. Ahora la Iglesia también nos dice que la compasión y el amor los vivimos y transmitimos en clave de sinodalidad (es la difícil tarea de compartir juntos, tan propia de nuestro carisma como Agustinos), en el “dar” a quien pasa hambre o tiene sed. Por eso alguien dice que “somos lo que damos y si damos compasión y amor, somos esto mismo, es decir, somos compasión y amor”.
El inmenso amor de Cristo
Este recorrido que viene desde el Miércoles de Ceniza lo culminaremos ahora en la celebración del Triduo Pascual. Esta semana es especial para nosotros. Es una semana intensa y gozosa, con sus horas de dolor, tristeza, angustia y de muerte. En ella vamos a contemplar la grandeza de Dios que aceptó en su Hijo todo esto por nosotros. Todo el recorrido nos lleva a comprender que se trata de un inmenso acto de amor de Dios dirigido a cada uno de nosotros.
¡Qué nada nos aleje de la contemplación del amor de Dios en su Hijo Jesús que muere y resucita por cada uno de nosotros! La contemplación nos ayuda a tener un conocimiento amoroso que unifica y une la existencia de quien contempla y de lo que es contemplado y que, por consiguiente, transforma cualitativamente la relación. Contemplar la compasión, la misericordia y el amor de Dios y sentirse renacidos en esa maravillosa compasión y existencia nueva que Dios nos da en Jesús resucitado, nos lleva a un nuevo modo de existencia. Todo el amor que se desprende de Jesús, lo contemplamos en el Triduo Pascual y entra en nuestro interior como alimento y sentido nuevo de nuestras vidas.
A su imagen y semejanza
Nuestro camino nos conduce a la Pascua de Resurrección. Como dice San Pablo “si morimos con Él, viviremos también con Él”. La Resurrección de Jesús es la confirmación de que Él está aquí con nosotros. Su resurrección no es el regreso a la vida de un difunto más. Su resurrección que supera el espacio y el tiempo nos ayuda a ser “criaturas nuevas”, capaces de superar los miedos y recibir la Paz del resucitado.
Hemos sido amados y ahora podemos amar a imagen y semejanza de Jesús. Ahora el amor es el centro de nuestras vidas. Nos impulsa en nuestro actuar y en nuestro ser. Viviremos la Pascua desarrollando nuestra humanidad. Jesús resucitado llena nuestro ser. Podremos vivir su paz para ser trasmisores de paz. El resucitado nos ayuda a entender que estamos hechos a imagen de la Trinidad y que como Agustinos nuestra vocación nos ayuda a vivir compartiendo nuestro ser. La fraternidad y la apertura al otro, su amistad, nos hace más humanos y más divinos.
¡Feliz camino con Jesús y feliz Pascua de Resurrección en Él!
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